Debería el olivar tradicional cobrar por la absorción que hace del CO2 de la atmósfera?
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La situación crítica del olivar tradicional frente a las modernas plantaciones obliga a su reconversión y a buscar fuentes alternativas de ingresos que lo hagan económicamente viable. Uno de los grandes beneficios de este tipo de olivar es su gran capacidad de capturar y almacenar CO2, lo que lleva a plantearnos si no sería justo que esto supusiera un ingreso para un cultivo que tanto lo necesita. Así comienza este artículo de opinión que firma Daniel Millán Martínez, socio fundador de la empresa Elaia Zait.

En los últimos meses, seguramente, hemos leído o hemos visto en las noticias la situación tan delicada a la que se enfrenta el olivar tradicional, derivada, fundamentalmente, de la aparición del olivar moderno, mucho más productivo y rentable que, aboca, si no se remedia, a la extinción del olivar tradicional. Por ello, este tipo de olivar se ve impelido a buscar soluciones que permitan, no solo subsistir sino, además, ser competitivo en un mercado global cada vez más complejo. Pero, se da la paradoja que, este cultivo, como expondremos, se erige en un factor relevante a la hora de dar solución a algunos de los retos más importantes que se plantean a nuestra sociedad en la actualidad.

 

La desaparición del olivar tradicional supondría en gran perjuicio que no nos podemos permitir

Innumerables son las bondades que aporta este tipo de olivar. No obstante, queremos prestar especial interés a dos de estas aportaciones beneficiosas que destacan sobremanera por su relevancia en relación con los principales problemas a los que debe enfrentarse nuestra generación y las venideras. El primero radicaría en su papel fijador de la población al territorio. En los últimos tiempos, hemos constatado con preocupación cómo los entornos rurales se han ido desangrando en términos de población hasta llegar a una situación casi de abandono. La propia Unión Europea ha reconocido a la despoblación rural dentro del reto demográfico como una de sus principales prioridades junto al cambio climático y a la digitalización. Por tanto, el olivar tradicional se convierte en actor principal en este reto al que debemos hacer frente.

En segundo lugar, y no por ello menos importante, el olivar tradicional se ha convertido en un pulmón crítico frente al CO2, principal responsable del calentamiento global y que supone uno de los grandes desafíos a los que se enfrenta el planeta y la humanidad. No es desdeñable la cifra estimada de olivos en el mundo que asciende a 1.500 millones de árboles, de los que 340 millones se encuentran en España. El Consejo Oleícola Internacional reconoció que el litro de aceite de olivar tradicional llega a absorber 10,65 kg de CO2. Esto supondría que todo el olivar tradicional en España absorbería un total aproximado de casi 8.000 kilotoneladas de CO2. Para que entendamos en contexto estas magnitudes, España emite como país, en su totalidad, aproximadamente, unas 260 mil kilotoneladas de este gas. Esto significaría que, solo el olivar tradicional, absorbería más del 3% del total de las emisiones del país.

 

¿Qué supondría para España el abandono y desaparición del olivar tradicional?

Muchos pueden pensar que, si se abandona el olivar tradicional, permanecerían los árboles. Pero qué ocurriría si se suplantase este cultivo por otro. No olvidemos que este árbol se considera especie de cultivo agrícola, propiedad de los agricultores y, salvo olivos y olivares singulares o excepcionales que estarían protegidos, podrían ser teóricamente sustituidos por otra plantación. ¿Cuánto nos costaría esta desaparición? Vamos a plantear la hipótesis de la desaparición total de este tipo de olivar. En ese caso, el coste de total para el país ascendería a más de 413 millones de euros anuales (cálculo a precios actuales de CO2 en el mercado) si atendemos a los compromisos adquiridos por nuestro país en las convenciones de Kyoto y París.

Este hecho, y teniendo en cuenta la situación crítica del olivar tradicional, nos hace reflexionar: ¿es justo abandonar a su suerte a un sector que está agonizando y no pagar entre todos por un beneficio común que podríamos perder si desapareciese?

 

La obtención de ingresos por la comercialización de los derechos de emisión de CO2 sería un espaldarazo para la conservación de este cultivo

Vamos a intentar hacer un ejercicio sencillo para determinar en qué magnitudes nos estamos moviendo. Según diversos estudios, entre ellos el mencionado del COI, el litro de aceite de oliva producido en el olivar tradicional absorbe 10,65 kg. de C02. No obstante, no podemos obviar el hecho que, el cultivo y la elaboración de este producto, también emite CO2. Se estima que, la emisión de este gas en la fase agronómica, asciende a 4,85 kg de CO2 por litro de aceite. Esto nos daría un neto de absorción de CO2 por litro, de 6,17 kg. de CO2, frente al neto de absorción del olivar moderno que ascendería a 1,24 kg. de CO2. Si estos datos los convirtiésemos en ingresos para el agricultor o productor, comprobaríamos que, este tipo de olivar en España obtendría unos ingresos extra de 400 millones de euros a nivel nacional y que, una provincia empobrecida como Jaén, obtendría más de 130 millones de euros, casi el 1,3% de su PIB. Países de nuestro entorno, como pudiera ser Portugal, obtendría una cifra cercana a 210 millones de euros.

 

¿Pueden los ingresos por los derechos del CO2 solucionar el problema del olivar tradicional?

En mi opinión, la respuesta es NO. Como ya hemos analizado en otros artículos, “Porque no todos los aceites son iguales: De cómo el olivar tradicional debe diferenciarse para asegurar su supervivencia” y “El olivar tradicional en peligro de extinción: ¿Cómo podemos evitar una tragedia?”, la viabilidad del olivar tradicional pasa por una multiplicidad de factores que, seguramente, sería interesantes de abordar en otro momento. Podríamos hablar de la necesidad de profesionalización, concentración de producción para mejorar el poder de venta, optimización de la producción, valorización de subproductos, trabajar sobre los valores intangibles u ocultos del cultivo y su producto, y, seguramente, se nos pueden ocurrir muchas más opciones para mejorar la situación y la competitividad de este tipo de olivar. Concluyendo, desde mi perspectiva, la solución pasa por diversas variables, incluida a la que hacemos referencia en este artículo que, de forma agregada, sí podrían suponer un aumento de la competitividad y la rentabilidad de este cultivo, asegurando así su subsistencia.

 

Es responsabilidad de todos salvar el olivar tradicional

He de admitir que soy muy receloso con las políticas de subvenciones. A mi entender, y de forma general, las industrias deben de ser rentables per se o abocarse a su desaparición. En el caso del olivar tradicional, no estoy planteando una ayuda, sino que estoy poniendo de manifiesto un agravio económico que debería de ser resarcido. La propia Unión Europea ha desarrollado el EU Emissions Trading System (EU ETS) y ha aprobado el régimen de comercio de derechos de emisión de la UE (RCDE UE), principal mercado de carbono del mundo. Donde contempla que, ciertas industrias, tienen una responsabilidad en la emisión de estos gases contaminantes, estableciendo un mercado donde puedan negociar los derechos sobre su emisión. Entonces, ¿sería descabellado que otras industrias como la del olivar tradicional pudieran acceder a los beneficios que generan en materia de absorción de estas emisiones de la atmosfera? ¿Sería lógico dejar caer una industria como el olivar tradicional por no remunerarle aquello que está aportando al planeta, al país y a su economía?

En mi opinión, estas serían algunas de las reflexiones que deberíamos hacernos porque, como hemos visto, la situación del olivar tradicional no es un problema solo del sector, sino que es un problema de todos. Sería imperdonable perder el patrimonio que supone este cultivo, sin dar la lucha.

 

 

Fuente: Mercacei

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